Un estridente redoble de piedras contra metal era el tenso preámbulo: enardecidos protestantes defienden su voz electoral. Los decibeles de la percusión se elevaban, simultáneos a los frenéticos latidos.
Tiembla el asfalto, se agitan sudor y sangre.
La Guardia Nacional impide el paso de la manifestación hacia la autopista Francisco Fajardo. Más hilos de humo tóxico surgen de la ahora mancha verde oliva. Estudiantes y jóvenes se protegen con trapos avinagrados.
Metáfora de la terquedad eterna, de la marea que se aferra a su espacio, los que fueron con la ofrenda de voluntad a reclamar el derecho a ser libres, vuelven frente a la barrera militar, vitoreando un breve pero contundente grito: ¡Paz!
Publicado en la edición 251 de la Revista Exceso