En los escombros de la revolución…
No es el olor a pollo frito recrudeciéndose en el mismo aceite día tras día. No es la humedad rancia y densa. No es el hacinamiento impuesto por el infortunio de haber nacido en la clase social equivocada. No son dos literas en la sala, más otras seis repartidas en dos cuartos. No son los turnos de doce personas en un solo baño. No es el rancho desplomándose tres veces en 2010. Tampoco es el tarantín de chucherías en la puerta de la casa para maquillar la pensión que no alcanza. No es luchar para vivir, contrapuesto a la consigna de vivir para luchar. No es la oligarquía. No es el socialismo. No es el luto, ni el imperialismo, ni el 14 de abril, ni el PSUV, ni los travestis de la avenida Libertador emanando puntualmente a las 7 p. m., como una señal para que los niños del bloque abandonen los trompos en la acera y suban a cenar.
Es que el Comandante dejó impartida la Misión del buen vivir.
Publicado en la edición 254 de la Revista Exceso.